Es cierto, por otra parte, que los avances en determinadas áreas del saber están muy alejados del común de los mortales y las aplicaciones prácticas de estos descubrimientos no tendrán impacto en un horizonte temporal inmediato.
Como ejemplo nos podemos fijar en la polémica que se formó, hace ya algún tiempo, en relación con el Supercolisionador de Hadrones (LHC) del CERN. A una gran mayoría de la población le importa poco el Bosón de Higgs o el modelo estándar en la física de partículas pero, en el caso del LHC, con lo que se quedó gran parte de la población, es que se buscaba la partícula de dios y que esta búsqueda podía enviar el mundo a un universo paralelo. Este potencial final catastrófico del mundo, derivado de la ciencia "dogmática" fue rápidamente aprovechado por toda la hueste de la charlatanería y maguferio y, una vez exprimido el cuento, cuando se ha demostrado que el LHC no ha destruido la tierra, se ha olvidado todo rápidamente (1).
Otro ejemplo claro de que la ciencia no es capaz de llegar a la población, es el caso del Monóxido de Dihidrógeno (DHMO). El DHMO, como todo el mundo sabe, además de ser el prinipal principio activo empleado en la homeopatía se trata de un compuesto químico tremendamente peligroso.
La realidad es que una broma o engaño, ha conseguido demostrar, no sólo la ignoracia en temas científicos de gran parte de la población sino, y lo que es más preocupante, de parte de la clase dirigiente (por cierto, al escribir esto se me viene a la cabeza el caso de determinada pulserita y determinada política convertida en ministra de sanidad).
(1) Tengo que investigar si realmente la causa de la no destrucción de la tierra pueda ser debida a una siembra de orgonites los alrededores del LHC.
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